Ampliación del campo de batalla by Michel Houellebecq

Ampliación del campo de batalla by Michel Houellebecq

autor:Michel Houellebecq [Houellebecq, Michel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1993-12-31T16:00:00+00:00


8

RETORNO A LAS VACAS

El tren llegó a La Roche-sur-Yon a las cinco cincuenta y dos, con un frío que calaba hasta los huesos. La ciudad estaba silenciosa, en calma; en una calma perfecta. «¡Bueno!», me dije, «esta es mi oportunidad de dar un paseíto por el campo…».

Caminé por las calles desiertas, o casi desiertas, de una zona de chalets. Al principio intenté comparar las características de las casas, pero era bastante difícil; todavía no había amanecido; lo dejé rápidamente.

Algunos habitantes, a pesar de la hora matinal, ya estaban levantados; me miraban pasar desde los garajes. Parecían preguntarse qué estaba haciendo yo allí. Si me hubieran abordado, me habría costado mucho contestarles. En efecto, nada justificaba mi presencia allí. Ni en ninguna otra parte, a decir verdad.

Después llegué al campo propiamente dicho. Había cercados, y vacas en los cercados. Un leve azuleo anunciaba la proximidad del alba.

Miré las vacas. Casi ninguna dormía, ya habían empezado a pacer. Me dije que estaban en lo cierto; debían tener frío, mejor hacer un poco de ejercicio. Las observé con benevolencia, sin la menor intención de perturbar su tranquilidad matinal. Algunas se acercaron hasta la valla, sin mugir, y me miraron. Ellas también me dejaban tranquilo. Estaba bien.

Más tarde me dirigí a la Dirección Provincial de Agricultura. Tisserand ya estaba allí; me dio un apretón de manos sorprendentemente caluroso.

El director nos esperaba en su despacho. Enseguida demostró ser un tipo bastante simpático; saltaba a la vista que era de buena pasta. Por el contrario, era totalmente impermeable al mensaje tecnológico que teníamos que comunicarle. La informática, nos dijo con franqueza, le traía sin cuidado. No tenía ningunas ganas de cambiar sus hábitos de trabajo por el placer de pasar por moderno. Las cosas van bien como van, y seguirán yendo así, por lo menos mientras él esté a cargo. Si ha aceptado nuestra visita es para evitar problemas con el Ministerio, pero en cuanto nos vayamos meterá el programa en un armario y no lo volverá a tocar.

En estas condiciones, las clases de formación iban a ser una amable broma, una manera de discutir para pasar el tiempo. Eso no me molestaba en absoluto.

Durante los días siguientes, me doy cuenta de que Tisserand empieza a desinflarse. Después de Navidad se va a esquiar a un club de jóvenes, del tipo «prohibido a los dinosaurios», con bailes por la noche y desayunos tardíos; en resumen, del tipo donde uno folla. Pero habla de la perspectiva sin entusiasmo; veo que ya no se lo cree. De vez en cuando, tras las gafas, su mirada flota sobre mí. Parece hechizado. Conozco la sensación; sentí lo mismo hace dos años, justo después de separarme de Véronique. Tienes la impresión de que puedes rodar por el suelo, cortarte las venas con una hoja de afeitar o masturbarte en el metro sin que nadie te preste atención, sin que nadie mueva una ceja. Como si una película transparente, inviolable y perfecta te protegiera del mundo. Además, Tisserand me lo dijo el



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